martes, 30 de septiembre de 2008

YA BASTA ¡¡¡¡

Debo aprender que no puedo cambiar las cosas ni a las personas, a que la vida es cruel y amarga muchas veces, y dulce y maravillosa otras pocas. no debo enojarme ante la injusticia ni ponerme triste, solo es una fase la vida en si, tal vezzz solo una consecuencia de nuestros actos.

no debo sentir odio por esas personas que no son lo que quisieramos fueran cristianamente hablando, por que mi odio solome produce ansia y amargura. debo pensssar en perdonar. estoy cansada de sentir odio y morderme los labios, de pelear y buscar culpables de pensar que caera un rayo milagrosos y achicharrara a mis enemigos.

me he vuelto un mounstro en aras de la justicia, soy una inquisidora de lo mas asquerosa.

me perdonara mi padre? habra olvidado todos esos gritos? ya basta conmigo¡¡¡¡¡ me odio yo tambien.

martes, 9 de septiembre de 2008

CAÑO CAÑAVERAL

Hacía dos semanas que mi casa apestaba a desecho humano, en realidad no sólo nuestra casa, también todo el vecindario. Se murmuraba entre vecinos que el olor era resultado de experimentos del gobierno hechos a seres del inframundo, que las coladeras estaban tapadas por productos descomunales fabricados por los seres del inframundo o que los conocidos seres del inframundo querían apoderarse de la tierra, total, que por algún motivo desconocido que los de alcantarillado y drenaje ocultaban, el olor en esta parte de la ciudad resultaba inaguantable; yo lo soportaba por que en mi delirio pensaba que aspiraba tu olor directamente salido de tus entrañas, mi hermano lo soportaba por que padecía de un defecto en el sentido del olfato, pero mi madre con un olfato bastante sano, se sentía muy contrariada. Durante esas semanas hizo todo lo que un alma paranoica puede hacer, se quejó, investigó, culpó, y hasta mandó un memorándum a Salubridad, por que ya tenía serias complicaciones en su estado de ánimo. En realidad las complicaciones las teníamos nosotros con su ánimo.

Una tarde fortuita, mi madre me envió a comprar una Coca Cola para tomarse sus aspirinas, decía que el dolor de cabeza aunado al dolor de nariz sólo es posible eliminarlo con morfina o con aspirinas con Coca Cola. Me dispuse a ir a la tienda donde sólo me atendían cuando los huevos de un señor calvo se le calentaban o cuando yo ponía cara de mártir en la cruz. Me pregunté: ¿Era necesario hacer esto para pasar enfrente de tu casa?.¿Debía humillarme una vez más sin obtener ninguna recompensa?.Reconsidere la situación y decidí más conveniente dirigirme a la tienda de los gordos cojos donde por lo menos obtenía miradas obscenas. Caminé hacía la esquina donde seguramente me encontraría con mi vecino cuarentón y solterón, me detendría para platicar sobre su pasado azaroso y aventurero por alguna selva del amazonas, ¡¡claro¡¡ que lo de ser peluquero sólo es por afición. Si, como no. Pero al llegar a la esquina otra desagradable sorpresa me esperaba, una alcantarilla tramposa y malvada empezó a devorarme, traté de salir inmediatamente pero mis manos inutilizadas con el casco y el dinero me lo impedían, grité desesperada por auxilio, alaridos exagerados, todo con tal de que alguien me ayudara, pero ese alguien con estruendosas carcajadas comenzó a poner de nueva cuenta aquella loza más pesada que mis fuerzas, empujé una y otro vez hasta que me di cuenta de que todo era inútil, me vi forzada a encontrar alguna otra salida, lejos de esta entrada clausurada.

Caminé varios pasos, el olor era extraordinariamente parecido al de mi casa por lo que no fue un obstáculo, el verdadero problema en mi inusitada travesía consistía en que todo estaba taaan oscuro y taan frío que me pareció que así debía ser la muerte. En la negrura parecía percibirse las sombras inciertas de mi mano. Avancé a tientas entre aquellos pasillos, sintiendo las paredes mohosas, como si estuvieran vivas y sudaran o como si estuviera recorriendo los intestinos de algún ser gigante y deforme .

Llevaba más de una hora perdida y mi madre sin su Coca Cola, indudablemente su cabeza estaría reventando de dolor, y seguramente también yo reventaría de la tremenda golpiza que me propinaría si no llevaba cuanto antes su delicioso remedio. De pronto, una catarata de algún material semi líquido cayó sobre de mi persona, aquella masa se pegó al cuerpo transformándolo en un ser grotesco e informe. Me sentí muy mal. Vomité y creí seguir vomitando hasta mis propios intestinos y que moriría de vómito. Inclinada sacando la recién comida de mi madre por donde no, fui sometida a un segundo baño, aumentando lo que la primera había provocado. Me retiré lejos para evitar alguna otra sorpresa.

Me calme, debía de salir de ahí lo mas pronto posible o convertirme en el nuevo super-héroe salido de las cloacas, o en un ser temible, un despojo social subyugado por sus infra instintos, tal vez la mujer rata o The Human Shit. Pensando en mi nueva personalidad, percibí un ligero resplandor al final de un túnel, Pude distinguir una salitrosa escalera esperando ser utilizada, tal vez me llevaría a alguna salida o como en los video juegos probablemente era una trampa mortal. De todas formas tenía que experimentar. Llegué a donde la luz pasaba como hilos de un fino vestido, donde la sentí golpeándome los ojos y la cabeza. Ahí en la penumbra el miedo me asaltó. Atrás, las sombras de la nada no iban acompañadas de ningún sentimiento, tal vez de asco y repulsión, y ahora al dejarlas sentí un miedo parecido a la incertidumbre .

Subí y desplace la pesada loza unos cuantos centímetros, cual sería mi sorpresa al ser recibida por unos colmillos de un perro amenazante, lo ignoré al ver que no podía alcanzar nada de mi cuerpo y flagelarlo. También me di cuenta que un anciano decrépito en silla de ruedas me veía con cierta expresión de incredulidad, se sintió tan decrépito como yo creí que lo era. Me esforcé para ver más,; estaba en una especie de patio de lo que parecía una vecindad amarilla, con plantas en cubetas de pintura Comex para exteriores amarilla y grandes cantidades de ropa colgada en las alturas. En eso el perro, el anciano y yo escuchamos los gritos castrantes de una madre. “Ignacio¡¡ Ignacio¡¡, ¿donde estas, cabrón??!!!.” Un zapato cubrió la abertura por donde miraba; mascullando palabras y oraciones conocidas por generaciones, un joven rubio iba al encuentro de los gritos, me pareció conocido, sin verlo a la cara supe entonces que eras tu . ¡¡Estaba justo en el patio de tu casa!!, el corazón me dio un vuelco. Corrí la loza y permanecí un tiempo pensando que probablemente no había dado vuelta en Alburquerque, tal y como Bugs- Bunny lo había dicho. ¿Por que me pasaban estas cosas a mi, si era católica, apostólica y además mexicana?, si precisamente ese domingo había ido a misa. Tome un buche de algo que pareció agua y traté de darme valor, fue cuando me dí cuenta de que no tenía , que Mc’Donals con sus Mc’Trios se lo habían llevado al extranjero.

¿Volvería a la penumbra de las cloacas putrefactas o a la vergüenza humillante de salir por tu casa?. Tal vez ni siquiera me reconocerías con tanta suciedad, por que no pensar así, de todos modos no me amabas, de hecho no me conocías. Mientras definía mi destino, un sonido hueco estremeció mis huesos, el eco dejó escuchar voces extrañas que se alejaban y se acercaban con el viento. El pánico me invadió, ya no lo pensé más, iba a salir a enfrentarme al mundo animal y salvaje de tu perro, a las risas incontrolables de tu familia, a los insultos de tu madre encolerizada por ensuciar el patio y a recuperar la cordura a tu abuelo. Pero fue demasiado tarde, la puerta se cerró delante de mi y nunca más la pude abrir, por que una fuerza externa empezó a succionar las profundidades donde me encontraba, me sujeté a la escalera pero la fuerza era superior a la debilidad de mis brazos y no pude resistir por mucho tiempo, en mi agonía grité. ¿A donde, A donde, A donde estará, mi héroe querido mi gran tal por cual, y .....nada, ni tus luces. Ni siquiera Super-Can llegó al rescate. Esa fuerza de succión me arrastró por túneles desconocidos, entre un mar de aguas negras, que más bien parecían de mierda, miados y miedos. Traté de nadar contracorriente, aferrarme a materias sólidas pero todo era inútil. Como último recurso traté de llamar a ratas, aligators, alimañas, etc., como lo hacía Acuaman en los Comic’s. Algo totalmente decepcionante, tal vez los peces eran más influenciables que estos seres cañiles. Agotadas todas mis fuerzas en el intento, sentí algo que se borró en mi mente.

Cuando recuperé el sentido estaba en medio de una calle, exactamente la calle donde vivía, y casi enfrente de mi casa. Me encontraba tirada en el suelo llena de desperdicios cañeros y toda infestada de mierda, cucarachas rondando mi figura preguntábanse a que tipo de especie pertenecía, tal vez a una primigenia. A lo lejos escuché a un tipo con un llamativo overol anaranjado explicar a un vecino que habían encontrado a una alimaña del tamaño de un ser humano, que era eso lo que estaba tapando el drenaje. El tipo se carcajeó con un tono conocido y no sé por que me dio la impresión de que se referían a mi. Como de costumbre tenía que huir. Ellos siguieron hablando y en la confusión de un ataque de ratas furiosas, eludí la vigilancia y corrí a casa.

Ya a salvo entre los barrotes de la ventana de mi cuarto, pude ver como mi madre discutía con otro tipo de uniforme anaranjado el cual tenía unos papeles en la mano, le explicaba sobre la alimaña, sobre seres malignos y sobre los experimentos del gobierno. El tipo se soltó impertinente y mi madre dadivosa, en un estirar de manos vi un intercambio de billetes entre ellos. Uno ponía cara de satisfacción y otro cara de insatisfacción. Me expliqué que por algún designio, esa tarde mi madre había llamado a los del drenaje y alcantarillado para reportar que la peste de su casa era por culpa de ellos y que si no iban de inmediato a reparar su falta los demandaría a Conciliación y Arbitraje. Y como obra del espíritu de algún candidato presidencial, habían ido.

Me oculte en el baño, era curioso, en aquellos momentos tenía tantas ganas de obrar como de quitarme toda la mierda adherida a mi piel. Giré la llave de la regadera y pronto el vapor lleno toda la habitación, las paredes parecieron sudar. Me quite la ropa y la arrojé por la ventana hacia la casa de mi perro, así mi madre histérica por la porquería que el perro acababa de hacer lo mataría a patadas, un final triste para una vida triste, tal vez era lo mejor, morir en el seno familiar a morir atropellado en Dios sabe que lugar.

Esperé a que la habitación se llenara de vapor y sólo se pudiera percibir el confuso contorno de mi mano tocando el jabón neutro. Cuando mi piel tocó el agua casi hirviendo no paso nada, las sustancias adheridas a mi piel seguían intactas, intente quitarlas con shampoo, con acondicionador para cabello seco, con zacate, con cualquier cosa que estuviera al alcance en mi baño, de hecho lo intente con pasta dental, con el rastrillo de mi hermano, etc. y nada funcionó, tal parecía que los experimentos hechos por el gobierno no trataban precisamente con seres del inframundo, tarde ya para saberlo. Le rogué a mi madre que me ayudara en esta tan terrible situación en la cual me encontraba, pero parecía ser algo que yo me había buscado por mi maldita necedad, por mi estúpida desidia, que como era posible que ni su coca le había llevado, que no tenía consideración de nadie, me dijo también que no podía permanecer en casa enrareciendo el olor que tanto le había costado eliminar y que lo mejor sería regresar a donde nadie le diera tantos dolores de cabeza. Me pidió el dinero del refresco y mando a mi hermano por su Coca. Empaqué ropa limpia y viandas necesarias para mi retorno a aquellas cañerías profundas y fétidas que nuevamente reclamaban mi presencia.

De vez en cuando regreso furtivamente a casa para buscar el auxilio desinteresado de mi hermano, el químico, esperanzada en alguna cura milagrosa y volver con mi madre ya curada de mi peste, para vengarme del vecino risueño que destruyó mi adolescencia y para enamorar a mi vecino Ignacio , pero regreso siempre con la esperanza por los suelos, pensando en los seres del inframundo que intentan apoderarse de la tierra.

15/08/1998
María del Rocío Bernal Morales