martes, 12 de agosto de 2008

PORQUE LA VIDA ES ASI?

PORQUE LA VIDA ES ASI?, no me lo explico. Mis hermanas avariciosas, manipuladoras y llenas de ambicion, estan bien, no les falta un dedo, no les duele nada, no les importa el mundo mas que el de su ambicion familiar. Abusan de mi padre, enviandolo conmigo el fin de semana orinado, con infecciones, enfermo, sin bañar, sin cortar uñas, sin peluquear, etc. quitandole todo su dinero. y encima me regañan de que mi padre no quiere irse tarde con ellas, palabras textuales, "es que tu no lo tienes que soportar todos los dias¡¡¡¡", no, por que ellas decidieron quedarse con mi papa, por que ? por el dinero. no existe otra explicacion. y no entiendo la vida, no por esta injusticia, sino por lo de chucha.

Por que a ellas no les cae un pinche rayo y las fulmina en un instante, siendo tan malas y desagradables, y por que chucha se tuvo que caer del andamio, la vi este fin de semana y no tengo palabras para describir lo que siento, tristeza, impotencia, desesperacion, culpa, coraje, tantas cosas que pasan por mi mente.

por que a ella le tuvo que pasar algo asi? con 2 hijos y padres que dependian de ella, a alquien tan alegre y dicharachero, a alguien que me parece era recto, leal y trabajador, que mas cosas van a pasar para sentirme miserable. tantas veces he querido morirme, por que no fui yo. como no son mis medias hermanas?, justificar mi pensamiento seria una excusa. soy mala, pero no al nivel o tan mezquino como mis "hermanas".

lunes, 11 de agosto de 2008

LA LUZ CEGADORA

Poco a poco se fue ocultando el sol y la luna apareció en lo alto del cielo. La oscuridad cayó sobre el ancho mar, sobre las casas de los ribereños se reflejaban las sombras de las palmeras; el calor había sido abrumador durante todo el día, y aún en la negrura de la noche seguía introduciéndose en los objetos, mejor dicho emanaba de ellos. Los pobladores como de costumbre, sacaban sus sillas al portal de sus hogares para platicar con los vecinos sobre las desventuras del día, o simplemente se recostaban en sus hamacas para tomar el fresco.

Al mismo tiempo, las mosquitas, moscos y demás insectos voladores propios de las zonas costeras, se acercaban a la luminosidad atrayente de las lámparas, se creía entre la insectada que la luz era el camino hacia el paraíso, era la descripción de la manifestación del Señor en tópicos cósmicos. Los profetas lo habían anunciado según la palabra del Señor: “ yo soy la luz, yo soy la salvación, he venido al mundo para que todo el que crea en mi no siga en la oscuridad, vuelen hacia el Señor, por que el que vuela en la tinieblas no sabe a donde se dirige, solamente así serán hijos de la luz”. Pronto las lámparas de los portales se llenaron de seres voladores.

La casa de Justina no fue la excepción, después del agotador día de trabajo se quedó dormida en su hamaca e imprudentemente dejó abiertas por completo puertas y ventanas. Las mosquitas que vieron una entrada libre percibieron el olor embriagador de la fruta que se encontraba en el frutero del comedor. Los aromas deliciosos se confundían, había manzanas, plátanos, guayabas y chirimoyas, los mosquitos, con discreción, para que las demás no se dieran cuenta, se alejaron de la luz salvadora de la entrada, total..., ya llevaban 10 minutos intentando alcanzar la gloria y lo único que habían sacado eran moretones y quemaduras de segundo grado.

Primero se acercó al frutero una bandada de 15 mosquitas color rojizo que empezaron a devorar la fruta frenéticamente, tal vez pensaban que la vida era corta en su caso y que el cualquier momento se acabaría, Se posaban en la guayaba, y probaban un bocado, luego se iban al plátano y así cada fruta fue consumida lentamente en cientos de bocados, pero el rumor del manjar se corrió rápidamente por toda la habitacion, y hasta los más aferrados con las lámparas de la calle se unieron al bacanal. El lugar pronto se vió atascado por un gran número de mosquitas hambrientas

Algunas aprovecharon la ocasión para desovar en la fruta, especialmente en la guayaba que ya tenía varios días de madura y su piel era lo suficientemente blanda, otros copulaban de puro gusto en la bonanza, y otras más seguían engullendo como poseídas por un ser devorador. Algunas que llegaron desde las casas más alejadas se preguntaban ¿Por qué tanta abundancia y prosperidad?. Las precursoras ya se habían establecido en colonias, unas en la mesa, otras en la cocina, otras ya satisfechas regresaron a la lámpara de la entrada, toda la casa estaba infestada de mosquitas queriendo terminar con cualquier clase de vida inerte.

Justina, ajena a la situación invasora, sólo le importaba el sueño que la cautivaba, se trataba de un hombre carismático, apuesto y adinerado que venía a su encuentro para sacarla de la pobreza y de la miserable vida que llevaba limpiando mesas y sirviendo comida a gañanes o pescadores de poca monta. Aquel hombre rubio y principesco, le tomó la mano y la miró a los ojos, pero justo cuando comenzó la declaración de amor, un escozor en el cuello hizo que se despertara de inmediato, automáticamente su mano golpeó con fuerza el área afectada, al ver en sus dedos la masilla sanguinolenta pudo comprobar que se trataba de un mosquito vampirezco y violento.

Trató de volver a dormirse para proseguir con su sueño pero no pudo, ya que fue víctima de otro mosquito que encontró el mismo fin. Cuatro veces repitió el mismo golpe en diferentes zonas de su grasoso cuerpo con las mismas consecuencias trágicas. Extrañada de tanta muerte miró por primera vez a su alrededor y fue cuando se percató de la invasión.

Se levantó furiosa y llena de una sed de venganza; las malditas habían irrumpido sin el menor signo de vergüenza en su hogar. Prendió el interruptor del “Insectronic” y volvió a recostarse llevándose consigo la manzana, tal vez tendría que esperar más de una hora para volver encontrar la paz y calma que tanto necesitaba para proseguir su sueño.

En cuanto se prendió la lámpara, las moscas más cercanas se quedaron inmóviles por un microsegundo, jamás habían visto nada parecido, era una luz cegadora que llenaba cada una de sus pupilas, era un resplandor que iluminaba cada milímetro de su existencia, lo llenaba todo, nada más podía divisarse en sus mentes. Sus alas como carentes de voluntad, empezaron a aletear en dirección a la luz y conforme se acercaban una energía extraña y atrayente les impedía retroceder o cambiar de ruta, sus alas se sentían ligeras y vibraban, sus ojos cegados por la radiación , sólo contemplaban la creación de la vida, el estado primitivo, la luz fuente de vida y amor, de repente en esa fosforescencia que lo invadía todo, sentían el abrazo acogedor de una descarga eléctrica que fluía por todo su cuerpo, la emancipación corporal, el nirvana, todo lo dicho a través de los siglos era verdad, se podía sentir, habían encontrado el camino.

“¡Las primeras¡”, pensó maliciosamente Justina al escuchar el tronido de la descarga, regresó nuevamente al frutero por una guayaba. Prendió la televisión para ver las noticias, se sentó en la sala. Mientras degustaba la deliciosa fruta se echaba aire con el abanico, al mismo tiempo en que espantaba los mosquitos que seguían agrediéndola compulsivamente.

No tardo la congregación de mosquitas, moscos y demás insectos voladores propios de las zonas costeras en darse cuenta de la luz mística que los atraía sin vacilar, pero en la confusión mística ninguna de ellas pudo percibir las decenas de cadáveres en la charola de la lámpara, nadie se percató del extraño rechinido, que más bien eran los gritos de los insectos cuando tocaban la lámpara, y nadie se dió cuenta tampoco de la trampa mortal que les había preparado Justina, ya que la luminosidad del “insectronic” les impedía pensar, les había quitado la voluntad y la libertad.

Poco a poco y como fueron llegando, las mosquitas se fueron muriendo en los brazos de la luz eléctrica que los atraía. Así Justina, después de una hora de espera apagó el televisor, sin desconectar el aparato exterminador quitó la charola, que parecía un verdadero cementerio, de hecho se impresionó de la gran cantidad de víctimas que habían sido presa de la fatal leyenda, claro que en realidad a Justina no le interesaban los porques de las cosas, ella solo prendía el aparato, y este hacía su trabajo. Tiró los cadáveres en el basurero y volvió a colocar la charola en su sitio, regresó al frutero donde escogió un plátano, el cual engulló con placer y satisfacción, se recostó placidamente en su hamaca dispuesta a continuar su sueño tal y como lo había dejado.

María del Rocío Bernal Morales
Marzo 2004