viernes, 9 de abril de 2010

CARNES FRIAS

Luisa se miraba absorta en el reflejo del espejo, admirando del porque de su belleza, de lo perfecto de su constitución ósea, contemplaba sus delgados labios hinchados de color carmín entornando su deliciosa sonrisa, se extasiaba de sus negros y profundos ojos, más profundos aún por la gruesa línea de maquillaje sobre sus parpados. Se maravillaba de como todo ese maquillaje la hacía tan bella, tan pura y tan perfecta que se creyó inmejorable.



Posó su vista sobre su escultural cuerpo, se veía tan bien con el vestido recién comprado, se podían apreciar perfectamente sus senos, que a pesar de sus 48 años todavía seguían erguidos como murallas fortificadas esperando ser conquistadas, tocó sus muslos, tan firmes como en sus mejores épocas, sin huellas de estrías o celulitis , y aquella cintura que si bien no era de avispa, dejaba notar una curvatura convexa bastante pronunciada, en fin la totalidad de su organismo era un trofeo a la excelencia.



Con tanta seguridad en si misma salió a la calle para que todos pudieran admirarla y no sólo el espejo tuviera tan grata satisfacción, tal vez podría ir al mercado a comprar cualquier cosa para ser presa de los más grandes halagos de los marchantes.



Hurgó la posibilidad de ir al establecimiento de Carnes Frías; sopesó el ambiente y entró. "Me da medio kilo de chuletas y un cuarto de ... tocino", le dijo a Don Paco que era el tendero y dueño de la carnicería. Él sin el menor interés en su persona, la atendió sin siquiera voltear a verla; fue y regresó de la congeladora con las partes de animales muertos que ella había pedido, las corto, las pesó y las envolvió con la mayor indiferencia, tanta que la molestó. "Son cuarenta y cinco pesos, seño”, dijo Don Paco que a su vez se encontró con la indiferencia monetaria de la marchanta, fue cuando levantó la vista y por fin la vio, al principio de reojo, pero ante la impresión no tuvo mas que voltear y verla de cuerpo completo, la observo detenidamente, estaba asombrado y sin poder callar el pensamiento, dijo en voz alta "¡¡Pero que horror, ¿Que te pasó?¡¡", ella al escucharlo se indignó tanto que dejó tras de sí el mostrador, las chuletas, el tocino, y a Don Paco con la mano extendida con un fuerte shock emocional.

Por la noche, Don Paco regresó a casa, aún estaba impresionado con la imagen de la fémina, abrió el refrigerador con la esperanza de encontrar algo comible tal vez unas chuletitas en salsa verde o de hamburguesas con tocino, pero nada de eso, sólo había una lata de cerveza medio vacía. Llamo a Luisa, su mujer, con ímpetu de pelea, para reprenderla por no responsabilizarse un poco de él; pero nadie le respondió. Cerró indignado la nevera y volvió a llamar a Luisa en tono encabronado, se dirigió a la recamara y abrió la puerta. Temió que tal vez estaría llorando amargamente como todas las mujeres, pero para que salen en esas fachas, él no tenía la menor intención de ofenderla, pero su sorpresa fue aún mayor, ya que Luisa estaba esperándolo para que la bajara del candil que la sostenía. Extrañamente se veía mucho mejor que esta tarde sin tantos menjurjes en la cara, pero de todos modos no dejaba de ser horrible, hasta el punto en que no se explicó como es que se había casado con ella.



Sin bajar el bulto regresó al refrigerador y de golpe tomó el contenido de la cerveza, se sentó placidamente en el sillón y se puso a ver la televisión, ya mañana sería otro día.

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