jueves, 17 de diciembre de 2009

LA CUCARACHA

Esa mañana, como todos los días hábiles, me dirigí a la fábrica donde trabajo desde hace más de 12 años. Es una empresa líder en el ramo de los cosméticos. y como de costumbre atravesé por la enorme puerta blanca, donde el policía cordialmente saludaba y vigilaba el buen checar en mi boleta de asistencia, la cual, como todos los días a través de los años, los números registrados marcaban las 7.00 AM.

Fui directo al baño para cambiar mi ropa de civil y ponerme el uniforme, un overol blanco con el logotipo de la empresa a mis espaldas, a modo de una carga torturante . Me dirigí con mi supervisor para que me asignara las tareas del día, Había que garantizar el buen funcionamiento de las terminales del proceso productivo, almacenar los insumos para los productos labiales, checar el índice de la maquina electroalimentadora de grasa, y los niveles estándares del procesador interno. Tomé mi tabla con informes vacíos, y me dispuse como todos los días a realizar mi trabajo de mantenimiento.

Todo transcurría dentro de los parámetros normales de un día de trabajo, hasta que caminando por el pasillo de la estación de empaque, ya cerca de la maquina electroalimentadora, percibí un movimiento en el suelo, me acerque para ver de que se trataba. Al darme cuenta de lo que descubrí retrocedí espantado, se trataba de un insecto, era una enorme cucaracha rojiza, de unos 7 centímetros de largo por 3 de ancho. Tenía alas plegadas a su espalda y sus antenas todavía no percibían mi presencia, ya que al acercarme y asustarla no corrió a ningún lado, se quedó en medio del pasillo completamente inmóvil. ¡¿Que no fumigaban este lugar todos los días?!, pensé bastante enojado, ¿Qué hace una cucaracha de este tamaño a la mitad de mi camino? Debería reportar al personal de limpieza de la planta, En qué clase de empresa estamos donde hay animales tan desagradables paseándose.

“Pero.... ¿Que no ves por donde caminas estúpido animal?!!!, ¿Que no ves que te pueden pisar?!!!” Le pregunté violentamente, pero a pesar de mis intentos por alejarla del camino esta seguía en su posición retadora. Levantó la vista y me miró como dudando de su respuesta, y con voz cucarachesca me contestó con un simple ¡no!,.... “¿Cómo?, ¿Pues con qué sustancias tóxicas fumigan?” Pensé totalmente incrédulo , no sé si de la respuesta o del hecho de que una cucaracha entablaba una conversación conmigo. Volví a hacer la misma pregunta, y la misma respuesta salió nuevamente de ..mmmh. su boca. Me agaché para verle el rostro, ¿Acaso se estaba burlando de mi esta cucaracha inmunda?, pero tenía el rostro sin expresión alguna.

“Disculpe señor cucaracha”, ya más cortésmente, procedí a presentarme, “mire, mi nombre es Carlos, y trabajo aquí en el departamento de mantenimiento desde hace más de 12 años, seguramente me habrá visto anteriormente, paso por aquí todos los días” , la cucaracha hizo una expresión como tratando de recordar y después de unos segundos contestó que no, que no recordaba haberme visto anteriormente, ¡¡Cómo!!... había trabajado 12 años y esta cucaracha jamás en su vida me había visto, ¿Acaso estaría drogada para no recordarme?, ¿Los fungicidas disminuían la memoria en las cucarachas? Pero ¡¡12 años!!......nadie se droga 12 años seguidos, y nadie aguanta venenos por tanto tiempo.

A la distancia escuché un ruido, me levanté rápidamente pensando que sería mi supervisor, que seguramente me regañaría por perder el tiempo, o platicar o simplemente por no terminar con el programa de trabajo , pero estábamos salvados, sólo era el ruido del montacargas que pasaba en el pasillo de al lado, y la voz del montacarguista regañando al encargado del almacén.

Al levantarme tan bruscamente, la apacible cucaracha se espantó y corrió a refugiarse a la orilla, “no te preocupes” le dije, “no es nada sólo el sonido del montacargas” , salió bastante asustada de lo que creía su escondite y asomó la cabeza para cerciorarse, en efecto , ni rastros del supervisor, más tranquilos seguimos conversando, “¿conoces a mi supervisor?”, le pregunté. “¿Verdad que el ingeniero es despreciable?, siempre checándonos, vigilándonos, parece policía, con su trajecito negro se siente mucho, creen que por que tienen estudios a uno lo pueden hacer menos, pero.... ¿estas seguro de que jamás me has visto?. Si paso todos lo días revisando los ductos de la máquina electroalimentadora. “No, no me acuerdo de ti” me respondió. Me sentí desilusionado, aunque siempre me pasaba lo mismo, la gente no se acordaba tan fácilmente de mi, que puedo esperar de una pobre cucaracha.

No obstante, viéndolo del lado positivo, era una posibilidad para irnos conociendo, un nuevo amigo con quién platicar y discutir el punto. Una diferente perspectiva de la vida. O como diría la psicóloga de la empresa, un área de oportunidad. Comencé a hacer las preguntas normales en una relación nueva, “¿Como te llamas?”. “Cucaracha”, respondió, “¿Cuantos años tienes?” 12, ¿y no me recordaba? Inaudito. “¿Cuando vas por el pan?” En la noche”. Después de 15 minutos de plática amena, me despedí de mi nueva amiga, no sin antes quedar de vernos al día siguiente para seguir conversando. “¡Nos vemos mañana!” le dije y sus antenitas se movieron de un lado a otro confirmando la cita.

¡Que felicidad!, por fin tendría un amigo en el trabajo. Con el bienestar en el rostro y terminando mi reporte puntual y certero me despedí de la empresa checando mi tarjeta de salida, la cual como todos los días de la semana, del mes y del año marcaban las 4.30 PM.

A la mañana siguiente y como todos los días el supervisor me proporcionó la programación. Me apure un poco más en el trabajo y a la hora convenida para la charla nos encontramos nuevamente los dos en el pasillo de empaque. Ese día platicamos sobre el mundo cucarachil, de la brecha entre insectos y humanos, y la aniquilación sistemática para los de su especie, de cómo todos los domingos tenía que usar un trapo para no aspirar los gases tóxicos que el departamento de exterminio de plagas usaba para matar a todas las cucarachas de la planta. “¿Por qué tanta saña?” me pregunto, “no lo sé”, le respondí, “tal vez el hecho de que eran tantas que podían prescindir de unas cuantas miles, o de que si no las exterminaban podían apoderarse del planeta y destruir todo con sus dientecillos. O que la humanidad no estaba preparada para la convivencia con cucarachas.” No quedó muy convencida, y se fue comiéndose un pedazo de torta que compartí con ella.

Al día siguiente la plática consistió en explicarle el funcionamiento de las máquinas y el papel tan importante que desempeñaba. Que sin mí probablemente se pararía la empresa y que por eso todos me tenían en gran estima y el supervisor siempre me felicitaba y apreciaba mi trabajo, pero generalmente se hacia el remolón por el hecho de ser él un ingeniero y yo un simple técnico. No quedó muy convencida y se fue pensando en que nunca me había visto a lo largo de 12 años, y que si era tan importante y me tenían gran estima ¿Por qué siempre estaba solo?

Un día la cucaracha llegó muy alterada, me platicó que estaba muy preocupada ya que sus hermanas habían salido a conseguir comida en la noche y no habían vuelto, y que ciertos parientes ya estaban muy enfermos con la contaminación fungicida. Se sentía impotente de no poder hacer más por la comunidad y comenzó a llorar, sentía que había defraudado a toda la especie, me pedía muy encarecidamente que investigara si sus hermanas andaban por ahí. “no te preocupes,” le dije “yo haré lo posible para ayudarte , y cálmate, que todo saldrá bien”

Busqué en los recovecos más intricados y escondidos de la planta, pero no encontré a nadie, entonces, le pedí a los compañeros de plagas si habían recogido algún cadáver y me contestaron que los habían tirado a la basura, y ahí me ven buscando en los 20 contenedores , hasta que al fin encontré una bolsa con 254 cucarachas muertas, las cuales no tenían registro, ni credenciales, y todas se veían completamente iguales, ¿Como diferenciarlas? Tome la bolsa y se la entregué a la cucaracha al día siguiente para que pudiera reconocer los cadáveres. Horrorizada miro los cuerpos, 15 eran sus hermanas, 21 sus primas y 32 parientes lejanos y vecinos. Otra vez volvió a llorar, también por que me contó que sus otros parientes enfermos ya habían pasado a mejor vida. ¡Que triste y efímera la existencia de una cucaracha!, pensé al mismo tiempo en que trataba de reconfortarla. Ese día se fue muy desconsolada y me pidió de favor darles santa sepultura a las 254 cucarachas, cosa que por supuesto no hice, las regresé a la basura, cementerio de alimañas.

Pasaron más de 2 semanas en conversaciones cucarachiles humanoides, compartiendo puntos de vista, en anécdotas de vidas de personas e insectos y riéndonos de chistes sobre el supervisor, hasta que un mal día estando platicando amenamente con mi amiga, y sin previo aviso, vi unos zapatos lustrosos frente a mi, con el clásico levantamiento de pie izquierdo, me levanté como un resorte y tartamudeando quise explicar mi posición, “¿Que haces aquí? No deberías estar en el procesador interno terminando tu trabajo?“ Preguntó tajantemente mi supervisor. Yo seguía tartamudeando y farfullando incoherencias. Ingeniero .... aquí.... conversando con una cucaracha. ¡¿Como podía responder eso?!! , ningún idiota lo diría. Entonces : Ingeniero ...aquí ..... mirando una cucaracha. Tampoco, tal vez, Ingeniero .... aquí perdiendo el tiempo. ¡¡Menos!!, ¡¿Como salir de un regaño seguro?!, ¿Cómo salvar mi pellejo?.”Ingeniero... aquí matando a esta cucaracha, estos seres no pueden estar en la empresa a medio camino. Los inspectores de salubridad nos cerrarían la planta.”

Cuando la cucaracha me escuchó comenzó a gritar,” ¡¡auxilio!!, ¡¡auxilio!!“, seguido de “¡¡maldito bastardo, que ya se te olvido que soy tu amiga!!”, el supervisor que se veia considerablemente molesto, me comentó que si no oía unos ruiditos extraños como el eco de alguien gritando desde muy lejos, “Ninguno señor, yo no escucho nada”. No estaba bien del oído, el pobre . La cobarde cucaracha había ido a refugiarse a las orillas del pasillo, tratando de esconderse, de traspasar las paredes , y no cesaba su griterío, insultándome de una manera muy descortés, por lo menos tener un poco de dignidad. Malditas cucarachas, por eso nadie las quiere.

Cuando logro separarse un poco de la pared, mi zapato vanvien la alcanzo presto y veloz, sólo escuche el crujido característico de la muerte de cucaracha. “OH me muero...” alcanzo a decir. ”Ahora bien Carlos, limpie esa porquería y váyase a trabajar, por que ya ha perdido mucho el tiempo.” “ Si, ingeniero.” le respondí. Fui por papel al baño y con repugnancia quite su cadáver del suelo, lo bueno de las cucarachas es que no dejan batidillo, pensé. Y la tire en el bote de la basura. Tomé clarasol y limpié perfectamente el suelo, por eso de los huevecillos microscópicos y de las venganzas , además nunca me había gustado dejar incompleto mi trabajo, estaba orgulloso de él. Me regresé al baño y me lavé las manos. Que asco. Inmediatamente me regrese a trabajar pensando en por qué sera que la cucaracha nunca me había visto en los 12 años de trabajo. Total ....la maldita ni siquiera me conocía

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